12:13 pm 25-Mar de 2012|Tal Levy
El experto en manejo de conflictos, Benigno Alarcón, asegura que más temprano que tarde emergerá una democracia sólida. Afirma que mientras la oposición gana legitimidad, el Gobierno la va perdiendo pues sus promesas incumplidas son la polilla que se come su estructura
Benigno Alarcón, abogado y profesor de la UCAB | Manuel Sardá
Es consciente de que para curar cualquier enfermedad se debe partir de un diagnóstico certero. Por eso, de entrada, Benigno Alarcón enmarca al Gobierno dentro de los autoritarismos competitivos. "Este tipo de régimen es tremendamente inestable porque vence en elecciones prometiendo lo que la gente quiere oír, pero el problema es después cómo cumplir. Gracias a los votos arranca con altos niveles de legitimidad, pero luego depende del comportamiento del líder y del logro de resultados. Cuando estos no se consiguen, que pareciera ser el caso nuestro, empiezan a perder legitimidad. Para seguir ganando hay dos caminos: amarras los votos con algún mecanismo o haces trampa. Hasta ahora se ha buscado amarrar los votos con redes clientelares, como lo son las misiones, de allí que se envía el mensaje de que las misiones se acabarán si yo no estoy aquí", asegura el experto en resolución de conflictos.
En la medida en que estos gobiernos pierden legitimidad, Alarcón advierte que se vuelven más autoritarios como única forma de mantenerse en el poder. "Controlan los medios de comunicación, las finanzas, el comercio, el empleo, la opinión pública. Tratan de minar los partidos políticos y se van transformando paulatinamente en un régimen hegemónico, normalmente de partido único", afirma el director de la Unidad de Extensión y Estudios en Políticas Publicas de la UCAB, desde la cual se imparten programas como el de Formación de Líderes y el de Gobernabilidad y Gerencia Política.
--Luego de las primarias de la oposición, ha afirmado que las condiciones para la transición están servidas, ¿por qué? --La mesa está servida porque todavía jugamos en el espacio de un autoritarismo competitivo que hoy más que nunca es tremendamente inestable por falta de resultados, y tenemos una oposición creciente en legitimidad y en tamaño. La oposición va ganando legitimidad y el Gobierno la va perdiendo. Los autoritarismos competitivos dependen mucho de su legitimidad para sostenerse en el tiempo. Una de las tres variables para que haya transiciones a la democracia es el balance de poder, que está dado porque hay una oposición unificada, fuerte, como se demostró en las primarias.
Estamos en una pelea de tú a tú entre el Gobierno y la oposición. Otro factor tiene que ver con las condiciones electorales. Las elecciones tienen que ser competitivas, transparentes, con condiciones de igualdad para los candidatos, si no se convierten en un simulacro.
Por último, debe haber costos bajos de tolerancia y costos altos de represión, variable estudiada por autores como Staffan Lindberg. Los gobiernos autoritarios, que tienen vocación de continuar en el poder, sólo están dispuestos a la transición cuando los costos de tolerancia son bajos, que es el caso venezolano porque hay un candidato de la oposición que es reconciliador, que dice que no habrá retaliación ni persecución. Ese es el discurso apropiado para esta coyuntura. Cuando gobiernos de esta naturaleza tratan de protegerse, colocan en los puestos de poder a personas que tienen costos de tolerancia más altos, que no tienen capacidad de negociar con la oposición porque sienten que van a ser perseguidos, a perder lo que tienen, como ha sucedido con los últimos nombramientos. No puede haber transiciones con actores radicales, porque los espacios de negociación se abren con los moderados. Si para un gobierno los costos de represión son bajos, puede meter preso, perseguir o disolver una manifestación por la fuerza sin mayor problema, por lo que las posibilidades de aceptar entregar el poder sin oponer resistencia, sin utilizar sus organismos de represión, son muy remotas. En Libia los costos de tolerancia para Muamar Gadafi eran demasiado altos. Él sabía que si perdía el poder estaba en el peor escenario.
Lo mismo pasa en Siria porque cada día que se mata a una persona, el Presidente y los militares que se manchan sus manos de sangre saben que están más cerca de una cárcel.
Alarcón destaca que el problema en Venezuela son los bajos costos de represión. "Esto nos coloca en una zona que hay que manejar con cuidado. Si el costo de represión es bajo, el Gobierno no tiene ningún incentivo para negociar la transición porque en el peor escenario todavía puede ejercer la fuerza para tratar de controlar la situación. En cambio, cuando se da cuenta de que mantener el poder por la vía de la represión es muy difícil, empieza a abrir los espacios de negociación ante la imposibilidad de mantener aquello por la fuerza".
--Ha dicho que en este año electoral hay que impulsar la protesta pacífica, ¿por qué? --La legitimidad no se capta sólo por el número de votos, porque hay unas redes clientelares muy fuertes, sino también por otras formas de expresión como lo que sucede en las calles. Según el Observatorio Venezolano de Conflictos, cada día hay más manifestaciones sobre todo en materia de vivienda, laboral y de seguridad, porque la gente expresa lo que siente que no funciona. Si las protestas siguen en aumento, el costo de la represión para el Gobierno será muy alto, porque en la medida en que trata de controlarlas por la fuerza, la pérdida de la legitimidad se acelera y se vuelve más costoso reprimirlas.
--En "Transición y gobernabilidad (I)" afirma que las transiciones a la democracia suelen ser más complicadas, aunque no imposibles, en regímenes personalistas. ¿Qué está planteado en Venezuela? --El problema con los regímenes personalistas es que sus líderes se ven a sí mismos como imprescindibles y tienen un círculo alrededor que alimenta ese sentido porque depende de él para estar en el poder. Revertir esa tendencia es complicado y desmontarlo es casi imposible. ¿Qué sucede cuando se desmonta? Lo que pasó en Egipto, que fue su entorno, la Fuerza Armada, que terminó negociando y entregó a Hosni Mubarak. El líder puede abrir los ojos y darse cuenta de que está en problemas y tratar de ayudar a que la transición se dé, lo que se ve en Cuba cuando se abren espacios de participación para la actividad privada, o el líder pierde la perspectiva y alguien termina manejando la transición por él. En Venezuela es un indicador la deserción del lado oficialista. El gobernador José Gregorio Briceño salta la talanquera porque está oliendo lo que sucede en su entorno y la única manera de hacerse potable para la oposición es romper de manera abrupta con quienes estaba antes. Esto se va a seguir viendo en los próximos meses.
--¿Qué le dijeron los votantes al país con la victoria arrolladora de Henrique Capriles Radonski? --El país ha dicho que quiere reconciliación. Capriles logró alinear su vida personal con lo que ofrece en la campaña. Él habla de reconciliación habiendo estado en la cárcel. Eso es un mensaje poderosísimo porque el haber estado preso lo coloca en posición de ventaja para dar un ejemplo de reconciliación.
--Desde el Gobierno se insiste en que la oposición es sinónimo de caos y que el único capaz de garantizar la estabilidad y la paz en Venezuela es Hugo Chávez, además de repetir que la Fuerza Armada es chavista. ¿Qué se persigue con ese discurso? --Hay dos grupos radicalizados, uno por el Gobierno y otro por la oposición, pero la elección la definirá más o menos ese 30% que está en el medio, que rechaza la violencia y la polarización. Son los votantes independientes no alineados con nadie. Mientras el candidato opositor habla de reconciliación, que es una forma de conseguir la paz, el Gobierno ofrece garantizar la paz de otra manera y amenaza con la violencia si pierde las elecciones.
Es un discurso de chantaje: si quieres vivir tranquilo tengo que mantenerme en el poder, pues si no esto es el caos. Habría que preguntarle al jefe del Ejecutivo: ¿el caos generado por quién? Porque si él pierde las elecciones, el caos no lo generarán quienes ganaron.
--Después de 13 años en los que desde el poder se ha sembrado la polarización, con un lenguaje del odio y un ánimo revanchista, ¿cómo se puede reconciliar el país? --El país está menos polarizado de lo que muchos creen. A través de esta Unidad de Extensión y Estudios en Políticas Públicas de la UCAB, organizamos cursos de liderazgos comunitarios. Hemos hecho 10.000 encuestas con ese tema y hemos sentado a gente del Gobierno, oposición e independiente en la misma clase. La primera semana todos se ven como gallina picando sal; la segunda, empiezan a conversar; la tercera, se sientan a comer juntos, y la cuarta semana, traen comidas de su casa para compartir.
Para Benigno Alarcón, el futuro está despejado. "La transición en Venezuela ya es inevitable. Más temprano que tarde se va a dar y va a emerger un país espectacular, con una democracia muchísimo más sólida que la que hubo antes y con una población más madura políticamente. El Presidente ha ganado tres elecciones porque ofreció cambiar el país.
Sembró una esperanza, pero después no pudo cumplir y la gente ahora quiere eso con él o sin él. El país que cree todavía en él puede estar convencido de sus buenas intenciones, de lo que nadie está convencido es de su capacidad para hacerlas realidad. Allí está el gran desequilibrio de los autoritarismos competitivos. Tus promesas se convierten en la polilla que se va comiendo tu propia estructura. Tú le dijiste a la gente: participa, organízate, elige a tus líderes, y cada comunidad hizo caso y montó sus consejos comunales. La participación funciona muy bien mientras atiendes las demandas de la gente, pero si no aquello que creaste se revierte en tu contra.
Si hay algo que hay que reconocerle al actual gobierno es haber sembrado las semillas para tener una democracia más fuerte y participativa. Ellos sembraron las semillas, ahora les queda dejar que alguien recoja el fruto que ellos no pudieron cosechar, o sencillamente oponerse a que se recoja y tratar de destruir su propia siembra, con lo cual corren el riesgo de ser barridos".
Gilka Oliveira/ equipe Venezuela.